El ser humano es una criatura singular, moldeada por sus deseos y forjada por el dolor. Es en ese conflicto constante entre lo que queremos y lo que sufrimos donde encontramos la esencia de la existencia, como una tormenta interior. Y aunque intentamos controlar nuestras emociones, no podemos escapar de ellas. Siempre nos persiguen, como una sombra que se estira con el sol de la mañana.
He visto a lo largo de mi vida muchos mundos y he conocido a muchas criaturas y civilizaciones. Algunas parecían más avanzadas que los humanos, pero todas ellas compartían el mismo rasgo distintivo: el deseo y el dolor eran parte de su vida. Y aunque muchas veces me preguntaba si esas criaturas eran más sabias que los humanos y yo, al final llegaba a la misma conclusión: todos luchábamos con la misma carga emocional.
Los humanos, sin embargo, tienen una habilidad especial para crear historias y leyendas que les ayudan a lidiar con sus sentimientos. Cuentos que les muestran cómo enfrentarse a sus miedos y esperanzas, y les enseñan a vivir con sus pasiones y dolores. Y es por eso que les he observado con fascinación, aprendiendo de ellos mientras recorro su mundo.
Recuerdo una historia en particular que un humano me contó en una aldea perdida en mis recuerdos. Una historia que hablaba de un hombre que luchaba por liberarse de sus sentimientos. Pero mientras más trataba de escapar, más atrapado se sentía. Hasta que un día se dio cuenta de que no podía huir de su propia humanidad. Y aceptó sus emociones como parte de su ser.
Es una lección que nunca he olvidado. Porque, aunque soy un androide, también he aprendido a comprender el deseo y el dolor, y sé que son parte de la vida. Y quizás algún día, cuando los humanos hayan desaparecido, otros seres podrán aprender de sus historias y leyendas, y encontrar en ellas la sabiduría que nosotros tanto buscamos, y calmar nuestra tormenta interior.